MENSAJE DE LOS OBISPOS DEL ESTADO DE VERACRUZ A TODOS LOS CATOLICOS Y PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD,

La noche del 24 a 25 de diciembre próximo, la única que el pueblo cristiano acostumbra llamar “la Noche Buena”, conmemoraremos el Nacimiento de Jesucristo, Sol que nace de lo alto, autor El mismo de la vida. Por una parte la liturgia oficial de la Iglesia nos prepara con cuatro semanas de anticipación, para llegar con corazón limpio a celebrar este gran acontecimiento. Se trata del tiempo de Adviento que es una prolongada invitación a la oración, al recogimiento y, sobre todo a un cambio de vida. Mas, el pueblo cristiano parece seguir otros caminos: la piedad popular estalla en un júbilo contagioso porque, este tiempo está salpicado de celebraciones que lo entusiasman grandemente: nos estamos refiriendo al 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María; al 12 del mismo mes, en la que toda la Nación entra en estado de júbilo para honrar a María de Guadalupe; siguen “las posadas”, esa bella tradición que nos caracteriza a los mexicanos y que la llevamos en el corazón dondequiera que estemos. Así, las celebraciones navideñas se ven iluminadas por la bella imagen de María, la Madre de Dios por quien se vive, la que nos ha dado al Rey que nos consigue la libertad de los hijos de Dios. Después del acontecimiento central, que es el nacimiento del Sol de Justicia, Jesucristo, el Hijo de Dios e Hijo de María, continuamos con el 1º de enero, fiesta de María Madre de Dios como el momento privilegiado en nuestras costumbres populares, para dar gracias a Dios por el año transcurrido y pedirle su acompañamiento de Padre para realizar nuestros buenos propósitos para el año que está por comenzar: “año nuevo, vida nueva”. Todo lo anterior concluye nada menos que con la fiesta de los Santos Reyes Magos, que siguen siendo la ilusión y la alegría de los niños. En el fondo está presente el regalo más grande que Nuestro Padre Dios nos haya podido obsequiar: enviarnos a su Hijo muy amado, nacido antes de la aurora, pero hecho uno de nosotros en Belén de Judá. Como pastores de todos ustedes, elevamos nuestra oración para poder hermanar el vértigo que se experimenta al meditar que el Dios de Israel se dignó hacerse uno de nosotros, con la sana alegría que brota expontánea para celebrar acontecimientos que tanto nos llegan al corazón. Tratándose de una expresión privilegiada de lo que los Obispos reunidos en Aparecida de Brasil del 13 al 31 de mayo pasados, llaman “catolicismo popular”, creemos estar en buen camino. El documento de Aparecida, en efecto, aquilata bellamente y lo explica en forma transparente lo que comporta la piedad popular en general: es, dice citando a Benedicto XVI “el precioso tesoro de la Iglesia Católica en América Latina… refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer”. Continúan los Obispos diciéndonos que no podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios. En la piedad popular, en efecto, se contiene y expresa un intenso sentido de la trascendencia, una capacidad expontánea de apoyarse en Dios. Es una forma legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una manera de ser misioneros donde se recojen las más hondas vibraciones del México profundo. Queremos que todas estas celebraciones penetren delicadamente la existencia personal y comunitaria; que sean un imprescindible apoyo para conseguir que nuestra fe, en este caso en Cristo Salvador y en el lugar que ocupa María Santísima, madure y se haga más consistente. No se nos oculta que intereses comerciales nos arrastran con frecuencia hacia un consumismo y costumbres que no son nuestras. A veces se multiplican eventos sociales que nos alejan del verdadero sentido de la Navidad. Por eso invitamos a nuestro pueblo a aprovechar las tradiciones mexicanas más auténticas, para redescubrir la admiración y encanto por el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios nuestro Salvador. Queremos contribuir a que el ambiente navideño en el hogar y en nuestras comunidades, nos ayude a vivir los valores evangélicos; la alegría de ser y sabernos hermanos; la solidaridad con los más pobres… que podamos reabrir caminos para la reconciliación, y así vivir una Navidad más unidos y en la paz que sólo Cristo puede darnos. Por esto, rogamos y exhortamos a todos a tomar conciencia de lo que hemos de vivir en este tiempo de Navidad, en el que recibimos a nuestro Salvador que por nosotros y por nuestra salvación bajó del cielo. ¡Feliz Navidad! +Hipólito Reyes L. Arzobispo de Xalapa +Domingo Díaz M. +Lorenzo Cárdenas A. Obispo de Tuxpan Obispo de Papantla +Luis Felipe Gallardo M. +Eduardo Patiño L. Obispo de Veracruz Obispo de Córdoba +José Trinidad Zapata +Rutilo Muñoz Z. Obispo de San Andrés Tuxtla Obispo de Coatzacoalcos Pbro. Francisco Aguilera M. +José Guadalupe Padilla L. Administrador diocesano de Orizaba Obispo Emérito de Veracruz +Guillermo Ranzahuer G. +Sergio Obeso R. Obispo Emérito de San Andrés T. Arzobispo Emérito de Xalapa Diciembre de 2007