El Cardenal Ouellet hace un llamado a los Caballeros de Colón para que encabecen la Evangelización

Homilía del Cardenal Marc Ouellet Misa de Apertura 126a Convención Suprema de Caballeros de Colón Quebéc, 5 de agosto de 2008 Queridos Caballeros de Colón Queridos Hermanos y Hermanas Cardenal Marc Ouellet de Quebéc La Arquidiócesis de Quebec tiene gran honor en auspiciar la 126ª Convención Suprema de Caballeros de Colón en Quebec City durante la celebración del 400º aniversario de la fundación de la ciudad. En nombre de la Iglesia local y de todos sus habitantes, les doy la bienvenida a todos ustedes agradeciéndoles profundamente la Bendición de su presencia y su testimonio personal. Saludo al Caballero Supremo, su esposa Dorian, a todos los cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos que están participando en la Convención. ¡Bienvenidos! El Cardenal entregó las siguientes palabras en francés y concluyó el párrafo con un saludo en español para los asistentes de habla hispana: Je suis très heureux de souhaiter la plus cordiale bienvenue à tous les Chevaliers de même qu’à leurs familles, et de vous inviter à découvrir Québec en cette année exceptionnelle du 400ième de sa fondation. Que son site enchanteur, ses murs fortifiés et ses monuments vous inspirent et vous rappellent l’histoire émouvante des fondateurs et fondatrices de l’Église en Amérique du Nord. A los hermanos y hermanas de habla castellana un saludo muy cordial con el augurio de una estadía agradable en la ciudad de Quebec. Espero que gocen de su estadía en Quebec City, la ciudad de Champlain y Laval, una ciudad de exploradores y de santos, la cuna de la Evangelización en Norteamérica, la ciudad de la Eucaristía que auspició el 49º Congreso Internacional de la Eucaristía hace unas pocas semanas atrás. Este memorable evento mundial fue inmensamente apreciado y ha quedado grabado en nuestros corazones como un hito en el sendero de la misión de la Iglesia en nuestros tiempos. En cierto modo, veo aquí la presencia de la Convención Suprema de Caballeros de Colón como un epílogo de este evento mundial, una oportunidad para meditar y reunir los frutos de esta Bendición extraordinaria. La Convención Suprema siempre le confiere testimonio a Cristo mediante la adoración de la Eucaristía, la fraternidad y el compromiso con la caridad y el servicio que le presta a muchas obras de caridad y solidaridad. Pero este año, en el despertar del Evento Internacional de la Eucaristía que celebró el don de Dios para la vida del mundo este esfuerzo tiene que ser aun mayor. La presencia del arca del Nuevo Testamento, entre nosotros, simboliza el compromiso renovado con la Eucaristía el cuál debemos promover en la vida de la Iglesia. El gran éxito del Congreso se debió a la oración y la participación de muchos actores y benefactores entre los cuales, les digo con toda sinceridad, Caballeros de Colón fue la organización mas comprometida a todos los niveles. Para cuidar de la preparación espiritual, los Caballeros de Colón se encargaron de la peregrinación del Arca a través del Canadá, dedicaron muchas horas de trabajo voluntario y proporcionaron un apoyo económico extraordinario. Que Dios les recompense con muchas bendiciones espirituales y prosperidad. Que les otorgue un Don especial de amor, unos días fructuosos y esperanza durante esta Convención Suprema en Quebec City. Queridos hermanos y hermanas, en Canadá celebramos hoy día la fiesta del Beato Padre Frederic Jassoone, un fraile franciscano que nació en Francia en 1838, vino al Canadá en 1888 a predicar y a promover las caridades a favor de la Tierra Santa. Sentía una gran devoción por la Vía Dolorosa y por nuestra Señora. Fue un predicador extraordinario del Evangelio del Reino de Dios. Proporcionó tanta inspiración y fue tan creativo que fascinó a la gente con su habilidad para vender la buena noticia por todos los medios, no solo desde el pulpito sino también a través de publicaciones, peregrinaciones, colectas y el desarrollo de la tercer orden Franciscana. El Padre Frederic fue un sacerdote de gran fervor y gran creatividad. Se le reconoce por haber sido el co-fundador de la capilla nacional “Shrine of Notre Dame du Cap” en la ciudad de Trois Rivieres. Murió en Montreal en el año 1916 y fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en 1988. La Celebración del Amor Cristiano en el capítulo 13 de la Carta a los Corintios de San Pablo calza perfectamente la descripción de la inspiración principal en la vida del Beato Padre Frederic, “el buen Padre Frederic”, (le bon Pere Frederic), como le llamaron, así como la inspiración de nuestra Convención en la Ciudad Eucarística de Quebec. El Papa Benedicto tituló su Exhortación Apostólica, después del Sínodo de la Eucaristía: Sacramentum Caritatis, el Sacramento de la Caridad que es uno de los mejores nombres que se le puede haber dado a este Sacramento tan Santo. Nos invita a sacar del pozo del amor Eucarístico de Cristo la gracia para transformarnos en este amor y el valor para dar testimonio de la llegada del Reino a nuestro mundo. Durante el Congreso Eucarístico, varios testimonios claves nos llamaron a la adoración y a tomar acción al enfrentarnos con los desafíos del mundo de hoy. En contra de la violencia, el odio, las adicciones, y el desconsuelo, el amor que nace de la Eucaristía puede proporcionar esperanza, reconciliación y paz. Jean Vanier, Niclas Buttet, Marguerite Barankitse y muchos otros nos recuerdan sobre lo que San Pablo dijo acerca del amor. El amor es amable, paciente, generoso, humilde y lleno de esperanza. En la vida familiar somos llamados a dar testimonio de Cristo al ser fieles y fructíferos. En la vida pública se nos llama a respetar las creencias de los demás pero al mismo tiempo estar comprometidos con nuestras propias creencias y misión. “Cristiano reconoce tu dignidad” y compórtate como corresponde, solía decirle San Gregorio el Grande a su rebaño. “Seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”, dijo el Señor a través del profeta Jeremía. Por ser una fraternidad católica internacional, Caballeros de Colon desempeña un papel muy especial al dar testimonio del amor de Cristo en el mundo de hoy, bajo la sabia dirección del Papa Benedicto XVI. Al cumplirse cuarenta años de la Encíclica Humanae Vitae y a pesar de la oposición cultural a las enseñanzas de esta Iglesia, se nos llama a visitar nuevamente este documento para darnos cuenta de lo profético que fue y aun es. Habla sobre el amor humano y el recibimiento a la vida. Deja a un lado la contracepción viéndola como una amenaza al amor humano y una descensión resbalosa hacia la desmoralización de nuestra sociedad. A pesar de la confirmación que emanó de la evolución de la cultura hacia el divorcio, el aborto, la homosexualidad, y la destrucción del matrimonio y la familia, el mensaje todavía no se ha recibido verdaderamente. Estas tristes consecuencias se predijeron, hasta cierto punto, en el mensaje de Humanae Vitae. Démosle gracia a Dios por las enseñanzas de la Iglesia y reafirmemos nuestra fe en su sabiduría, a pesar de las críticas que escuchamos dentro y fuera de la Iglesia. Me parece que los Caballeros de Colón han crecido enormemente a través de los años, no sólo en prosperidad sino también en un despertar espiritual. Continuemos creciendo en santidad al nivel personal y estar en el cuerpo social de la escena publica, especialmente para promover los valores de la familia, entre ellos la santidad de la vida humana desde el momento que se concibe hasta el último suspiro de muerte natural. No es fácil personificar esos valores en el contexto de hoy en día, especialmente en el Canadá donde la cultura de la muerte se acrecenta al recompensar públicamente a un activista del aborto. Es hora de que despertemos y escuchemos la palabra del Señor: “No tengan miedo” cuando la tormenta azote el barco,” vengan a mí” y “tomen mi mano firmemente”, la mano de la Iglesia. Pueda que nuestra reacción a los tristes eventos del mundo no sea de “poquita fe” sino de una nueva fe comprometida a defender firmemente las enseñanzas de la Iglesia sobre la vida humana y el amor y enfrentar con valor los desafíos culturales promoviendo más firmemente aun una cultura de la vida y una civilización de amor. Démosle ahora la bienvenida al don de Dios en la Santa Eucaristía, el pan de la vida, el pan del Cielo y una muestra de la vida eterna. Mientras añoramos un renovado sentido de adoración y de gracias a la Iglesia, ofrezcámonos nosotros al Señor para ser transformados por Su Espíritu de Verdad y Amor y ser enviados el mundo con mayor Esperanza y Gozo. El Reino de Dios está cerca, ¡crean en la Buena Noticia! ¡Amén! Marc Cardinal Ouellet