Comparto con Ustedes los pormenores de esta Reunión de Obispos

Formación permanente de los obispos "Oren por los obispos, para que nos dejemos conducir por el Espíritu y demos el anuncio de Cristo Jesús como la comunidad de fieles lo necesita y anhela". Mons. Rodrigo Aguilar Martínez. La formación Permanente de los Obispos:Se ha ido consolidando el acuerdo que los obispos en México establecimos hace varios años, de acudir libremente y reunirnos la primera semana de septiembre para atender diversos aspectos de nuestra formación permanente. Hasta la fecha siempre nos ha recibido la Arquidiócesis de Monterrey, en El Refugio, lugar cercano a la cascada muy conocida en la región con el nombre “Cola de Caballo”, en el sur de la ciudad. Sea porque el lugar es paradisiaco, o porque la acogida es espléndida, o también porque los temas nos han motivado, la presencia de obispos ha sido cada vez más numerosa. Ahora estamos participando 80 obispos. Durante la semana se van entretejiendo diversos aspectos: el saludo y la convivencia grata, la oración con calma, el estudio guiado por expositores competentes, el descanso salpicado con deporte (también los obispos hacemos deporte, cierto que en variadas formas e intensidades). En síntesis, tenemos en cuenta las diferentes áreas de la formación permanente. En esta ocasión el tema central de estudio nos lo está dando el Cardenal de Tegucigalpa, Honduras, Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, para reflexionar y dialogar sobre la espiritualidad episcopal desde el Acontecimiento y Documento de Aparecida, también relacionando con la última encíclica del Papa Benedicto XVI, “Caritas in veritate”. Por más que hayamos leído dicho(s) Documento(s), no dejamos de encontrar nuevas vetas, especialmente ahora que nos enriquecen y nos confrontan para revisar y promover nuestra formación y servicio como obispos. La espiritualidad no es algo opuesto a lo material, tampoco es algo separado de la acción; es un estilo de vida –incluyendo todo lo que abarca la vida- según Cristo Jesús, conducidos por su Espíritu. Cada vocación expresa diferentes matices de la única espiritualidad. Como obispos, hemos de vivir según Cristo el servicio al Pueblo de Dios. Me llama la atención un enfoque de antropología cristiana que menciona el Cardenal Oscar Andrés, al basar la espiritualidad en un triple sentido de relaciones: lo que está encima (dimensión vertical), alrededor (dimensión horizontal) y dentro de la persona (dimensión interior). Comento brevemente estas dimensiones. Dimensión vertical: lo que está sobre uno, el papá, la mamá, los superiores; en una palabra, la autoridad. Los valores a cultivar son, por ejemplo, la obediencia, la docilidad, la sana dependencia, el orden. El fruto es que se aprende a ser hijo. Quien rechaza esta dimensión se vuelve rebelde y conduce su vida por la confusión y la anarquía. Dimensión horizontal: lo que está a su alrededor: hermanos, hermanas, amigos, compañeros, sus semejantes. Los valores esenciales son la fraternidad, la igualdad. La persona aprende a ser hermano. Si rechaza esta dimensión, permanece infantil, egoísta, preocupado de su propio bienestar, de modo que, aunque haya ejercicio de vida espiritual, es insensible a los problemas de la justicia. Dimensión interior: en sintonía con su ser en profundidad, el mundo del alma, de la intuición, la creatividad. Los valores que se cultivan son, por ejemplo, la interioridad, la libertad, el silencio, la contemplación. Se llega a las propias fuentes subterráneas, sus raíces, se convierte en una persona profunda. La persona que se priva de esta dimensión, es superficial y cae en una religiosidad que Jesús mucho criticó a los fariseos. Se han de cultivar armónicamente estas tres dimensiones, sin contraponerlas. Aplico, también brevemente y de manera incompleta, esta triple dimensión como espiritualidad en mi servicio episcopal. Dimensión vertical: mi oración, que voy ejercitando con la lectio divina, esmerándome en vincularme con Dios Padre, a semejanza de Cristo Jesús, conducido por el Espíritu Santo. Cuando una persona, no importa su edad, sea sacerdote o laico, me da una sabia sugerencia, me ayuda en esta dimensión vertical. Igualmente debo realizar mi servicio unido al Papa –cum Petro et sub Petro- y la Iglesia Universal, a la Iglesia en México, a la Provincia. Dimensión horizontal: san Agustín resume con profundidad su misión episcopal diciendo: “Para ustedes soy obispo, con ustedes soy cristiano”; lo cual nos recuerda Aparecida y me ilumina para vivir esta dimensión horizontal: no dejar de verme como bautizado, compañero de camino en la vivencia y servicio de la fe con todas las personas, dando y recibiendo gustosamente. En esta dimensión, como obispo “tengo la misión de acoger, discernir y animar carismas, ministerios y servicios en la Iglesia” (n. 186). Dimensión interior: debo sostener la variedad e intensidad de actividades desde la unidad interior, aprendiendo a entregarme de lleno a cada persona o grupo, en cada momento, atento a identificar, en espíritu de conversión, las manifestaciones de mis inconsistencias; de la misma manera, humildemente pero también con verdad, mis cualidades y logros, para incrementarlos y seguirlos ofreciendo generosa y creativamente al servicio de los demás. Invito a usted a orar por los obispos, para que nos dejemos conducir por el Espíritu y demos el anuncio de Cristo Jesús como la comunidad de fieles lo necesita y anhela. + Mons. Rodrigo Aguilar Martínez Obispo de Tehuacán.