El Matrimonio, ¿un Bien desechable y del pasado?

El matrimonio: ¿un bien desechable y del pasado? Para quienes hayan asistido a Misa el domingo pasado, tal vez hayan resonado fuertes las palabras de Cristo Jesús a pregunta que le hacen sobre el divorcio, el cual Moisés había prescrito, pero diversas escuelas diferían en la forma de su aplicación. Tal parece que la práctica de hace dos mil años sigue vigente: El divorcio, más aún el divorcio express, hace ver el matrimonio como algo desechable; crece el número de parejas que ni siquiera incluye el matrimonio en su plan de vida, viviendo en unión libre por diferentes motivos. Más grave todavía, algunas iniciativas pretenden albergar en el concepto de matrimonio realidades contra la naturaleza, como las uniones homosexuales. “Pero desde el principio, al crearlos –dice Jesús-, Dios los hizo varón y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.” (Marcos 10,6-9). Dios ha creado al ser humano en la diferencia sexuada de varón o mujer, pero iguales en dignidad y complementarios entre sí, para unirse en un solo ser y participar en el inicio de una nueva vida humana, culmen de la creación. Muchas parejas han llegado al matrimonio con buena intención, pero no preparadas para la nueva realidad de esposos y luego de padres. No se han conocido a fondo y no han dialogado de manera sincera y profunda sobre muchos aspectos de la vida conyugal y familiar; incapaces o desmotivadas de afrontar las desilusiones que se van acumulando, terminan por pensar que tienen derecho a rehacer su vida con una nueva relación conyugal. “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre” –dice Jesús-. No es que Jesús pretenda una esclavitud forzosa para toda la vida, sino que reafirma y consolida la orientación amorosa de la pareja: “te amo”, “sólo a ti”, “para toda la vida”. La vivencia del amor no incluye sólo experiencias placenteras, sino también dificultades y adversidades que forjan el amor más hondo, en que el gozo no consiste en lo que cada uno consigue sino en saber olvidarse de sí para hacer feliz a la otra persona y luego a los hijos. A pesar de la realidad difícil en relación al matrimonio, nuestra actitud no es de pesimismo, sino de esperanza: Porque el matrimonio es un valor humano y cristiano, o sea un valor según la naturaleza humana y según el proyecto amoroso de Dios, que Cristo ha elevado a sacramento. Pero el reto es fuerte, para que quienes valoran el matrimonio sean testigos creíbles y eficaces, como levadura que fermenta la masa, remando mar adentro y aun contra corriente. El proyecto viene de Dios y en Él tiene su meta; Él nos sostendrá en esta labor misionera. Señor Jesús: Te pido por los novios, ayúdalos a prepararse sabia y adecuadamente al matrimonio. Te pido por los matrimonios recién casados; por los que han recibido al primer hijo, que tanto anhelaban; por los que tienen hijos pequeños y grandes, con la fatiga de la educación que esto implica; por los matrimonios que han vuelto a quedar solos, con los hijos ya casados. Síguelos llamando para que renueven su vocación-misión de esposos y padres, fieles en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, para que se sigan amando y respetando todos los días de su vida. Sostenlos en la dificultad, reconfórtalos en la tribulación, reanímalos en la adversidad. Que sepan pedir y conceder el perdón; que sepan darse una nueva oportunidad. Te doy gracias por su decisión de amarse y que lo noten, que no lo den por supuesto, para que sean testigos visibles, radiantes y eficaces de tu amor por la Iglesia. Que se conviertan en compañeros de camino que ayudan a otros matrimonios a salir adelante; en esa labor, te anuncien, te celebren y te sirvan, porque eres el Camino, la Verdad y la Vida. Sin ti, Jesús, nada pueden; pero contigo darán fruto en abundancia. Amén. + Rodrigo Aguilar Martínez Obispo de Tehuacán