La autoridad política, la iniciativa empresarial y la globalización

La caridad en la verdad XV: La autoridad política, la iniciativa empresarial y la globalización La iniciativa empresarial, debe asumir cada vez más un significado polivalente. Nos hemos acostumbrado a pensar exclusivamente en el empresario privado de tipo capitalista y en el directivo estatal. La iniciativa empresarial se ha de entender de modo articulado. El ser empresario tiene un significado humano, no solo como algo profesional. Es propio ver el trabajo como “actus personae”, así todo trabajador tiene la posibilidad de dar la propia aportación a su labor. Pablo VI decía, “todo trabajador es un creador”. Por lo mismo existen varios tipos de empresas, más allá de la pura distinción entre “privado” y “público” y cada una requiere y manifiesta una capacidad de iniciativa empresarial específica. Pero, hay que tener en cuenta el significado amplio de iniciática empresarial. De manera amplia ésta favorece el intercambio y la mutua configuración entre los diversos tipos de iniciativa empresarial. También la autoridad política tiene un significado polivalente que no se puede olvidar. Se debe promover una autoridad política repartida y que ha de actuar en diversos planos. El mercado no elimina el papel de los estados, más bien obliga a los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha. Hoy no se puede hablar de la desaparición del Estado. En la situación de crisis actual el Estado está destinado a crecer, recuperando muchas competencias, Hay naciones donde el Estado sigue siendo un elemento clave para se desarrollo. En el plano internacional, en la búsqueda de soluciones a los problemas actuales, se debe, apoyar en primer lugar, la consolidación de los sistemas constitucionales, jurídicos y administrativos en los países en donde sea necesario. Las ayudas económicas deberían ir acompañadas de medidas destinadas a reforzar las garantías propias de un Estado de derecho, un sistema de orden público y de prisiones, respetuoso de los derechos humanos y consolidar instituciones verdaderamente democráticas. La autoridad política en el ámbito local, nacional e internacional, es uno de los cauces privilegiados para poder orientar la globalización económica. La globalización. Hay que rechazar una actitud fatalista de éste fenómeno. Ha de entenderse como un proceso socioeconómico, aunque no es su única dimensión. Atrás de este proceso existe una humanidad cada vez más interrelacionada, hay personas y pueblos para los que la globalización debe ser de utilidad y desarrollo. La superación de las fronteras no es sólo un hecho material sino también cultural. Hay que rechazar una visión determinista de la globalización. Es una realidad humana y puede ser fruto de diversas corrientes culturales que hay que discernir. La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. En este sentido hay que favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria. A priori, la globalización no es ni buena ni mala, será lo que la gente haga de ella. Debemos ser sus protagonistas, no las víctimas, guiados por la Caridad y la verdad. Este proceso, ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se había visto antes; si se gestiona mal puede incrementar la pobreza y la desigualdad. Se deben corregir las disfunciones que causan nuevas divisiones entre los pueblos y en su interior. La transición que el proceso de globalización comporta, conlleva grandes dificultades y peligros, que solo se podrán superar si se toma conciencia del espíritu antropológico y ético que en el fondo impulsa la globalización hacia metas de humanización solidaria. La globalización es un fenómeno multidimiensional y polivalente, que exige ser comprendido en la diversidad y en la unidad de todas sus dimensiones, incluida la teológica. + Héctor González Martínez Arzobispo de Durango