Los consejos de una viuda: XXXII Domingo Ordinario
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Los consejos de una viuda: XXXII Domingo Ordinario
Escrito por Redacción
Viernes, 06 de Noviembre de 2009 13:20
+Mons. Enrique Díaz Díaz. Obispo Auxiliar. Diócesis de San Cristóbal de Las Casas.
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”.
En una ocasión, Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobra; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”. (Mc 12,38-44).
Ministerios de los Laicos
La semana pasada, en el Encuentro Nacional de Ministerios Laicales, se presentaron las experiencias de varias diócesis, muchos ejemplos enriquecedores de cómo el laico en nuestro tiempo y en nuestra Iglesia, tiene un papel imprescindible que sostiene y anima todo el proceso evangelizador. Se comentaron las alegrías y satisfacciones, pero también las dificultades y descalificaciones que tienen que afrontar quienes reciben esta encomienda. De manera especial nos llamó la atención el trabajo de los diferentes ministerios presentados por la misión de Bachajón, Chis., donde van surgiendo nuevos servicios y ministerios que responden a las necesidades de la comunidad. Personas, hombres y mujeres indígenas, que incondicionalmente entregan su tiempo, sus recursos y su vida en búsqueda del bien común. Impresionados por la total disposición para un trabajo en beneficio de todos, uno de los participantes preguntaba, si al estar tanto tiempo a disposición de la comunidad, estos “servidores” recibían alguna remuneración económica o cómo hacían para sostenerse. “La mayoría vive pobremente, del trabajo del campo, y buscan tiempo para realizar su ministerio pero no perciben ninguna remuneración. Las comunidades dan una pequeña aportación para los materiales, los cursos y demás necesidades que van surgiendo” nos explicaron. “Los que menos tienen, siempre son los que más dan” respondió con admiración quien hacía la pregunta.
Contrastes
Las enseñanzas de Jesús parten de la vida, a veces mirando lo positivo a veces previniendo sobre lo que perjudica a la vida de sus discípulos. Hoy San Marcos nos presenta a Jesús resaltando el fuerte contraste que existe entre las conductas de los escribas y la de la viuda pobre. Jesús sabe ver más allá de las apariencias y nos hace fijarnos en hombres y mujeres que, aparentemente, no tienen nada que llame la atención. Sentado, observando, no se le escapa la ostentación de los ricos, ni puede pasar inadvertida la insignificante ofrenda de la viuda. El contraste es manifiesto y Jesús se muestra como juez implacable de los que hacen ostentación de su dinero, poder y generosidad y como defensor insobornable de los más pobres.
Los consejos de una viuda
Sería interesante conocer y platicar con esta viuda pobre sobre sus necesidades, sus deseos. ¿Por qué ha depositado todo lo que le quedaba para vivir en la alcancía? Pero sobre todo sería muy interesante preguntarle qué significa tener fe, qué significa generosidad, virtudes y actitudes de la vida que se entrelazan entre sí y se sostienen. Pero me temo que no nos explicaría mucho: ella las vive ante que explicarlas. Quizás nos diría que les toca a los escribas describir y explicar esas actitudes. Ellos saben mucho y lo explican con palabras bonitas, ella solamente entrega al Señor todo lo que tiene, es tan pobre que ¿qué más puede hacer? Pero ella lo pone todo en manos del Señor. Y ahí comienza la fe: confiar plenamente en Dios. Fe, antes que nada significa no hacer cálculos, no hacer reservas, no tomar medidas precautorias. Se trata de arriesgar todo, sin esconder alguna cosa como prenda de garantía. Se trata de iniciar una aventura por un camino difícil, sin dejar posibles puertas de escape. La fe comienza cuando nos encontramos con nuestras manos vacías y nos ponemos en las manos de Dios.
“Bueno como el pan”
Pero la generosidad de esta viuda es también la base de la solidaridad. No se trata de dar lo que nos sobra o ya no necesitamos; no se trata de deshacernos de la basura que estorba en nuestras casas y que “a lo mejor al otro” le puede ser útil. No se trata de una ayuda que humille, sino de un compromiso que promueva la hermandad. Siguiendo el ejemplo de Jesús, y también el de la viuda, la solidaridad implica un intercambio entre iguales aunque poseamos diferente; una entrega de lo que da vida, una donación de nuestro tiempo y de todo lo que somos nosotros. Uno es generoso no cuando se atiene a todas sus posesiones para sentirse seguro, sino cuando ofrece aquello que también a él le hace falta. Ciertamente es una revolución en nuestro pensamiento y en nuestras ambiciones, pero la propuesta de Jesús es revolucionaria o deja de ser verdadera. Jesús no propone la mediocridad y la indiferencia, él mismo se ha entregado a plenitud. Hay otra enseñanza que nos deja esta viuda pobre: hacer nuestras tareas a plenitud y no en la mediocridad. Hay muchos que van “sobreviviendo”, “pasándola”, “dejándose llevar por los vientos”, pero sin vivir plenamente. Si contemplamos a Jesús, lo descubrimos viviendo y dándose sin medida, sin cálculos. Dando todo lo que tiene y dándose todo entero; vaciándose, anonadándose y agotándose, sin nada para sí mismo. Por eso se entrega en un pan: triturado, para que todos los coman y tengan vida.
Hay quien vive así
Hoy hay gente que vive así. Que les gusta dejarse llevar por la explosión de su generosidad, que llenan cada momento con su entusiasmo y su alegría, aunque tengan los bolsillos vacíos. No se trata de huir artificialmente de una situación de crisis, sino que es la única manera de vivir cristianamente la crisis: compartiendo en la fe, en la generosidad, y no dejando que muera la esperanza. Sólo uniendo lo poco, casi nada, que tienen miles de personas generosas se logrará crear un mundo nuevo. Conozco personas que la crisis y la pobreza les ha dejado un carácter agrio y ha dividido y puesto en pleito a las familias; y recuerdo con admiración familias que gracias a una crisis económica han descubierto que tenían muchos más valores que compartir y que su amor los sostiene y alienta. Nuestra aportación a un mundo mejor, nuestra generosidad, por ser tan pequeña, parece que no solucionará los graves problemas, pero desencadena la esperanza y la alegría por hacer, mantiene vivo el rescoldo del amor. Actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de demostrar que el amor vence al odio, a la indiferencia y a la injusticia.
Ayúdanos, Señor, a que dejando en tus manos paternales todas nuestras preocupaciones, nos entreguemos con mayor libertad y generosidad a la construcción de tu Reino. Amén.
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