Iglesia, inseguridad y violencia

Escrito por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel Miércoles, 18 de Noviembre de 2009 10:19 Iglesia, inseguridad y violencia VER Es inocultable la insatisfacción social, que se traduce en agresividad y crispación, y que algunos aprovechan para justificar sus ideologías desestabilizadoras. Por otra parte, muchos hacemos cuanto podemos para moldear las conciencias según el Evangelio, que nos lleva a la paz y la fraternidad, en base a la justicia, la verdad y el respeto. Los obispos no podemos dejar de ver con el corazón a los pobres malheridos en el camino de la vida, y debemos hacer algo por ellos. Es lo que nos enseña Jesús. Por eso, al término de nuestra pasada asamblea plenaria, elaboramos un mensaje, cuyas partes centrales comparto con ustedes. Dijimos: “Nos desgarra la sangre derramada: la de los niños abortados, la de las mujeres asesinadas, las víctimas de secuestros y asaltos y extorsiones, los que han caído en la confrontación entre las bandas, los que han muerto en la lucha contra el crimen organizado y los que han sido ejecutados con crueldad y con una frialdad inhumana. Nos interpela el dolor y la angustia, la incertidumbre y el miedo de tantas personas que lloran la pérdida de seres queridos. Nos cuestiona más que de la indignación y el coraje natural, lo que empieza a brotar en el corazón de muchos mexicanos: la rabia, el odio, el rencor, el deseo de venganza y de justicia por propia mano… Estamos ante un problema que no se solucionará sólo con la aplicación de la justicia y el derecho, sino fundamentalmente con la conversión. La represión controla e inhibe temporalmente la violencia, pero nunca la supera”. JUZGAR Al analizar las causas, expresamos:“Podríamos enumerar múltiples factores: la corrupción que invade las instituciones y ámbitos, la pobreza, la desigualdad, la impunidad, la falta de oportunidades, el afán de lucro y de ganancia fácil, la insensibilidad de los actores políticos y sociales que velan sólo por sus intereses personales o de grupo; pero en el fondo lo más preocupante es el desprecio por la vida, el ser humano convertido en mercancía, en objeto desechable. Estamos perdiendo la conciencia de la dignidad de la persona humana y la capacidad de vernos como hermanos”. También dijimos: “En lugar de buscar culpables y de lanzarnos mutuamente acusaciones, llamamos a todos y cada uno de los mexicanos y mexicanas a asumir la propia responsabilidad, dejando atrás complicidades y actitudes pasivas y complacientes. Nosotros mismos como obispos reconocemos habernos conformado muchas veces con una evangelización superficial y una religiosidad cultual, y pedimos perdón por la incongruencia de vida y el anti testimonio de muchos bautizados”. Sin embargo, “estamos convencidos de que, por encima del mal que oprime al ser humano, está la acción redentora y salvífica de Dios realizada en Jesucristo… Vivimos tiempos difíciles pero tenemos la certeza de que Cristo venció a la muerte y en Él hemos puesto nuestra confianza”, pues “vivir el Evangelio nos hace ser hermanos y constructores de Paz”. ACTUAR Nosotros tenemos solución, camino, opción, luz, vida: es Jesucristo. “Ante la realidad de inseguridad y violencia que vivimos en nuestro país, queremos alentar la esperanza de quienes viven con miedo, angustia e indignación. Los invitamos a volver la mirada al Señor, porque El es nuestra Paz”. Terminamos con un llamado a “unirnos en la construcción de la paz y en el impulso del desarrollo humano integral y solidario de nuestro pueblo”. Invitamos “a los gobernantes a procurar verdaderamente la justicia, superando la corrupción y la impunidad, perseguir a lo que fortalece el negocio del narco, el dinero sucio y las complicidades ilícitas”. Y lanzamos una grave palabra: “El negocio de la droga es un ídolo que seduce, promete bienestar y vida, pero sólo engendra violencia y muerte; por eso a todos los involucrados en este sucio negocio: a los productores, traficantes, comercializadores y consumidores, les hacemos un fuerte llamado: ¡¡YA BASTA!! Ya no se dañen a sí mismos y ya no sigan causando tanto daño y dolor a nuestros jóvenes, nuestra familias y a nuestra patria”. “Nos despedimos con las palabras de Jesús: ¡ANIMO! NO TENGAN MIEDO. YO HE VENCIDO EL MUNDO". + Felipe Arizmendi Esquivel Obispo de San Cristóbal de las Casas