LA LIBERTAD DE LA CURACION POR VICKI THORN

La libertad de la curación Reflexiones tras 25 años del Proyecto Raquel por Vicki Thorn Vicki Thorn La reciente celebración del 25 aniversario de la fundación del Proyecto Raquel me dio la oportunidad de reflexionar sobre cómo ha cambiado el corazón de Estados Unidos en relación con el aborto en estos años. Cuando comencé a trabajar en el movimiento provida poco después de que Roe v. Wade hiciera del aborto la ley de este país, el paisaje era diferente. Sabíamos que algunas mujeres se sometían a abortos clandestinos, por ser ilegales, pero honradamente no sabíamos cuántas eran. Creo que no nos dábamos cuenta del tiempo durante el cual el aborto había sido un problema para la humanidad. Muchos tendían a pensar que era una especie de problema reciente. También pensábamos que pertenecía a Estados Unidos. Pocos conocían a alguien que se hubiera sometido a un aborto, y se trataba de un debate de tipo moral y filosófico, a menudo teñido de ambivalencia. Ahora sabemos que el aborto ha sido un problema para la humanidad durante milenios. El Juramento Hipocrático prohibía el aborto, no porque previera el problema, sino porque ya entonces existía. En Japón ha habido abortos desde al menos la década de 1950, y en Europa del Este en los países comunistas se realizaban abortos con frecuencia. El aborto es un problema humano universal. Los abortos no comenzaron con Roe v. Wade; simplemente fueron legalizados y se hicieron más frecuentes. He conocido personas que se sometieron a abortos durante la Depresión y en la Segunda Guerra Mundial. Muchos fueron realizados por médicos con grandes precauciones para evitar sanciones. Se clasificaban como Dilatación y Legrado, un procedimiento médico aceptable para tratar los “problemas femeninos”. ¿Se realizaban abortos clandestinos como los que se describen en las historias de horror? Por supuesto, pero creo que había muchos más abortos “seguros” realizados por médicos y en hospitales de los que nunca sabremos nada. La mujer más anciana con la que he hablado sobre su aborto tenía 94 años. A menudo una anciana que se siente intranquila por la cercanía de la muerte lleva con ella la cicatriz de un aborto que nunca se ha tratado. ¡Los sacerdotes me lo han dicho muchas veces! En los inicios del movimiento provida, nadie sabía mucho de las consecuencias del aborto en las mujeres. Me tomó siete años conocer a suficientes personas enteradas para patrocinar la primera capacitación del Proyecto Raquel. Nunca nadie tomó en cuenta el impacto en los hombres, con la excepción de un sociólogo que escribió un libro sobre los hombres y el aborto en el mismo año en que inició el Proyecto Raquel. Nadie le prestó mucha atención. Ahora sabemos que por cada mujer que se somete a un aborto, hay un hombre involucrado que también puede estar sufriendo. Ya todos conocen el término Síndrome Post Aborto. Dos conferencias sobre los hombres que enfrentan el aborto han iniciado nuevos estudios, y ya han atraído la atención de los medios de comunicación a nivel nacional. La ciencia ha progresado, y ahora sabemos que existen consecuencias médicas y problemas psicológicos tras un aborto. Sabemos que las mujeres conservan células de cada uno de los hijos que conciben (microquimerismo), así que un aborto no puede compararse con una apendicectomía. La maternidad es incurable, por así decirlo. Ahora sabemos que estas células se transmiten a los hijos siguientes durante el embarazo, y esto explica por qué ciertas personas saben, aparentemente de modo intuitivo, que faltan personas en su familia. Su biología se lo dice. Partíamos del supuesto de que los hombres eran espectadores durante el embarazo, solo presentes para fecundar. Ahora sabemos que entre 60 y 80 por ciento de los hombres tienen síntomas de embarazo junto con la madre de su hijo, si se encuentran presentes. (Las culturas primitivas lo saben desde hace mucho tiempo. Este fenómeno se conoce como “couvade”). Y ahora sabemos que durante las últimas semanas del embarazo los hombres sufren cambios hormonales que los prepararan para la paternidad. La testosterona del padre, que disminuye drásticamente durante ese periodo, nunca vuelve a los niveles anteriores. ¡El aborto no es nunca un “no evento”! Resulta crítico que reconozcamos que en estos años el número de víctimas del aborto en este país es cercano o superior a 50 millones; son 50 millones de muertos, y muchísimos heridos. Todos conocemos a alguien que se ha sometido a un aborto, que lo sepamos o no. El Instituto Alan Guttmacher, que promueve el aborto en todo el mundo, dice que 33% de las mujeres se habrán sometido a un aborto para cuando tengan 45 años. Antes decían que la cifra era de 43%. Por medio del ministerio del Proyecto Raquel y otros programas de ayuda post aborto, muchas de estas mujeres heridas se han curado. Sin embargo, aún quedan muchas, y este factor debe definir cómo hablamos del aborto en público. Tenemos que recordar que aquellas a quienes nos dirigimos pueden haber sido afectadas, así que siempre debemos hablar de curación cuando hablamos del mal del aborto. Como defensores de la vida, debemos hablar de la misericordia de Dios. Ocurren cambios. Las encuestas realizadas por Pew y Gallup hace poco demostraron el cambio de rumbo, mostrando que aproximadamente dos tercios de los norteamericanos ya no apoyan el aborto irrestricto tal como existe actualmente. Una encuesta hecha por encargo de Caballeros de Colón muestra que 86% de los norteamericanos estaría a favor de restringir de manera significativa el aborto, y que 53% cree que el aborto hace más daño que bien a la mujer en el largo plazo. Creo que estas estadísticas son significativas para la verdad que han vivido las mujeres que se han sometido al aborto y que, en su proceso de curación, han tenido la libertad de hablar sobre el dolor que han padecido. ¡Es su verdad la que nos hará libres!