! AY DE AQUELLOS QUE SON INDIFERENTES ¡

¡Ay de aquellos que son indiferentes! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! Lc 6,17. 20-26) Este domingo sexto ordinario, el Señor Jesús nos hace reflexionar con su Palabra sobre nuestra situación de ser verdaderamente “Dichosos”. Para empezar el mismo salmo que hemos cantado hoy (salmo 1), nos decía: “Dichoso el hombre que confía en el Señor ! Nuestra felicidad, se encuentra en aprender a confiar en el Señor, en estar comprometido con él y con su obra. Cuando estas 4 bienaventuranzas, según San Lucas, las leemos, al igual que las de San Mateo (5), podremos preguntarnos: ¿Es realmente dichoso alguien que es pobre, que padece hambre, que llora o que es aborrecido? Nuestra inmediata respuesta es “por supuesto que no”, entonces, ¿Por qué Jesús dice eso? Tenemos que leerlas en clave de fe. Porque será dichoso uno que se hace pobre porque comparte lo poco o mucho que tiene; será dichoso quien tiene hambre de Dios y de justicia y, lucha por conseguirla; será dichoso quien llora sus pecados y pide perdón, o quien siendo aborrecido por las corrientes anticristianas o ateas, se mantiene fiel a su fe y acrecienta su esperanza. Dichoso será ese hombre y esa mujer cuando encuentre en Dios su fuerza y su consuelo. Quien permanece en la soledad, lamentando lo mal que le va en la vida y se detiene a buscar culpables; no podrá se dichoso, tampoco quien haya perdido la fe y la esperanza, no podrá ser feliz. Jesús lo dice muy claro en la siguiente parte del evangelio cuando hace referencia a los famosos “ayes”. ¡Ay de aquel que… ¡Las cuales las podremos resumir, en aquel que es indiferente, que pasa en la vida envuelto en su egoísmo. La indiferencia será unos de los cánceres de nuestra sociedad. Precisamente hoy se celebra la jornada mundial contra el hambre, y si hablamos de hambre es porque no ha habido buena distribución de las riquezas; porque las ganancias pasan por las manos de hombres y mujeres que son indiferentes a la situación actual. Eso lo decimos a nivel mundial, pero empieza desde la misma casa y el ambiente familiar, cuando hay indiferencia de las necesidades de los miembros de la familia. Cuando el esposo pasa indiferente a la necesidad de su esposa y viceversa; o los padres en relación a los hijos. O cuando en la mesa no se da gracias por los alimentos que han llegado a ella. No se bendice el esfuerzo y el trabajo; es cuando va naciendo el egoísmo de pensar que todo me lo merezco. + Rogelio Cabrera López Arzobispo de Tuxtla