El Papa reitera la urgente misión de los confesores
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11/03/2010 13.46.38
El Papa reitera la urgente misión de los confesores, ayudando a discernir el sentido del pecado, en un mundo que tiende a borrar a Dios
Jueves, 11 mar (RV).- Ser presencia viva de Cristo, testimoniando su Misericordia infinita y animando a los fieles a experimentar el Amor de Dios, que lleva a la radical renuncia al mal. Animando a los sacerdotes a impulsar el Sacramento de la Reconciliación, Benedicto XVI ha reiterado la urgente misión de los confesores, ayudando a discernir el sentido del pecado en un mundo que tiende a borrar a Dios de su horizonte.
Al recibir cordialmente a los participantes en el curso anual del Fuero interno, organizado por la Penitenciaría Apostólica, el Papa ha señalado su satisfacción por esta iniciativa que este año se inserta, precisamente, en el Año Sacerdotal y que manifiesta la fuerte exigencia de profundizar en una temática esencial para el ministerio y la vida de los presbíteros. En su discurso de bienvenida, el Pontífice ha saludado de modo especial a Mons. Fortunato Baldelli, quien, por primera vez, en calidad de Penitenciario Mayor ha guiado las sesiones de estudio de este curso. Y con él, Benedicto XVI ha saludado asimismo a Mons. Gianfranco Girotti, Regente de la Penitenciaria Apostólica.
Tras destacar, una vez más, el ejemplo de san Juan María Vianney y su inquebrantable confianza en el Sacramento de la Penitencia, el Papa ha hecho hincapié en que los sacerdotes deben aprender del Santo Cura de Ars, no sólo a volver a centrar sus preocupaciones pastorales en el confesional, sino también a cultivar el «método del ‘diálogo de salvación’», que deben desarrollar los confesores. En este contexto, Benedicto XVI ha destacado que en la vida del sacerdote es fundamental experimentar de forma personal y responsable la Misericordia divina, para anunciarla y administrarla impulsando la urgente reconciliación de la humanidad con el Padre.
«Vivimos – afirmó textualmente – en un contexto cultural marcado por la mentalidad hedonista y relativista, que tiende a cancelar a Dios del horizonte de la vida, no favorece la percepción de un cuadro claro de valores de referencia, no ayuda a discernir el bien del mal y a madurar el justo sentido del pecado. Esta situación hace que sea aún más urgente el servicio de administradores de la Misericordia Divina. No debemos olvidar, en efecto, que hay una especie de círculo vicioso entre el ofuscamiento de la experiencia de Dios y la pérdida del sentido del pecado».
Un contexto cultural, el nuestro, que no se diferencia tanto de aquel en que vivió san Juan María Vianney. Con «una mentalidad hostil a la fe, expresada por fuerzas que intentaban incluso de impedir el ejercicio de su ministerio». Y que lejos de desanimarlo lo llevaron a hacer de la iglesia su casa, para conducir a los hombres a Dios. Viviendo con radicalidad el espíritu de oración, la relación personal e íntima con Cristo, la celebración de la Santa Misa, la Adoración eucarística y la pobreza evangélica. De forma que para sus contemporáneos fue ‘un signo tan evidente de la presencia de Dios que movió a tantos penitentes a acercarse a su confesional.
«En la condiciones de libertad en que hoy es posible ejercer el ministerio sacerdotal», el Santo Padre ha destacado que «es necesario que los presbíteros vivan de modo elevado su propia respuesta a la vocación, porque sólo el que se vuelve cada día presencia viva y clara del Señor puede suscitar en los fieles el sentido del pecado, dar ánimo y hacer nacer el anhelo del perdón de Dios».
«Queridos hermanos – les dijo el Papa – es necesario volver al confesionario, como lugar en el cual celebrar el Sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar donde ‘habitar’ más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y confortación. Sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto con la Presencia real en la Eucaristía. La ‘crisis’ del Sacramento de la Penitencia, de la que se habla a menudo, interpela ante todo a los sacerdotes y su gran responsabilidad de educar al Pueblo de Dios en lo que respecta a las radicales exigencias del Evangelio.
Benedicto XVI ha hecho hincapié en la importancia del apostolado de los confesores en el momento actual: «En particular, se les pide que se dediquen generosamente a la escucha de las confesiones sacramentales, guiando con valentía a la grey, para que no se conforme con la mentalidad de este mundo, sino que sepa cumplir opciones también a contracorriente, evitando amoldarse o pactar. Por ello, es importante que el sacerdote tenga una permanente tensión ascética, alimentada por la comunión con Dios y se dedique a una constante actualización en el estudio de la teología moral y de las ciencias humanas».
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