VOLUNTARIADO: EL PROJIMO AYUDA AL PROJIMO EN EL PODER DE LA GENTE COMUN, 8VA.CONV.NAL.DE K OF C EN FILIPINAS
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Discurso del Hon. Hilario G. Davide Jr. a la 8ª Convención Nacional de Colón en Filipinas
4/16/2010
Voluntariado: El prójimo ayuda al prójimo en el poder de la gente común
8ª Convención Nacional de Caballeros de Colón de Filipinas
Discurso principal del
Hon. Hilario G. Davide Jr.
Ex Presidente de la Suprema Corte de Filipinas
Ex Observador Permanente de la República de Filipinas ante Naciones Unidas
Hon. Hilario G. Davide Jr. se dirige a la 8a Convención Nacional de Caballeros de Colón de Filipinas.
Nuestro estimado Digno Caballero Supremo Carl Anderson y Dorian, Arzobispo Quevedo y Obispo Odchimar, hermanos Caballeros del Consejo Supremo Stephen Feiler y Ed Laczi, Reverendos Padres, Señores Caballeros Alonso Tan, Dionisio Esteban Jr., Sofronio Cruz, Diputados de las Jurisdicciones de Luzón, Visayas y Mindanao, Anteriores Diputados, y otros funcionarios en funciones y anteriores de estas Jurisdicciones, hermanos Caballeros, invitados, Señores y Señoras:
Permítanme comenzar dando una bienvenida especial a nuestro Caballero Supremo, el muy digno Señor Caballero Carl Anderson y la Señora Dorian Anderson, así como a todos nuestros hermanos del Consejo Supremo. Esta visita del Caballero Supremo es histórica. Es su primera visita a Cebu y la segunda a Filipinas; la primera fue para celebrar el centenario de la fundación de C de C en Filipinas. Su presencia, Carl, servirá para esforzarnos aun más para alimentar y hacer crecer una “Civilización del Amor”, a la que Usted dedicó su último libro.
Fui distinguido con el honor y privilegio de haber sido invitado por sus Diputados ya desde julio de 2009 a asistir a esta 8a Convención Nacional de las Jurisdicciones de Luzón, Visayas y Mindanao de Caballeros de Colón. Esta invitación me fue dirigida como Representante Permanente de Filipinas ante Naciones Unidas. Ahora estoy de vuelta en mi país, y conservo el mismo título, aunque precedido por el prefijo “Ex”.
Vuelvo con nuevas enseñanzas de esos tres años, un mes y cinco días en que fui Representante Permanente. Aprendí nuevas habilidades diplomáticas y una nueva forma de relación de amistad. Ese corto tiempo de servicio es uno de los capítulos más edificantes, productivos, memorables e inolvidables de casi cuatro décadas de vida pública de servicio y amor a mi país y mis compatriotas. Durante este breve periodo, sucedieron cosas excepcionalmente buenas. Más que con el honor de hablar por nuestro país sobre los asuntos que atañen al mundo entero, fui bendecido con el privilegio especial de crear y nutrir amistades y colaborar con experimentados diplomáticos y colegas que comparten todos una misma visión: un mundo de justicia, libertad y paz, y un mismo objetivo: dar vida a la Carta de Naciones Unidas y la Declaración universal de Derechos Humanos.
Claro que también hubo momentos muy difíciles. Para empezar, el principal objetivo de la Asamblea General de la ONU es crear una sola voz, una sola entre 192 países, cada uno de los cuales representa una población que puede ser de menos de diez mil habitantes a varios millones, con diferentes lenguas, historias, sistemas legales, culturas, aspiraciones, deseos y sueños, religiones y creencias; con 192 formas de orgullo y bastante resentimiento por insultos del pasado; y 192 expresiones de buenas intenciones, que se pierden a veces en la barrera del idioma; y 191 formas de amistad hacia Filipinas que encontré a veces en las circunstancias más improbables.
La conciencia que subyace los discursos en los grandes recintos de la ONU es que no existe un solo problema en la Carta de las Naciones Unidas que un solo Estado Miembro pueda resolver, y, lo que es igualmente importante, no existe un solo problema en las otras 191 que no afecte a Filipinas. Por ejemplo, Filipinas no puede ignorar que las dificultades de nuestra amiga Bielorrusia para enfrentar el tráfico de seres humanos afectará la forma en que Filipinas proteja a sus hombres, mujeres y niños, así como Brasil tampoco puede desentenderse de Haití o del lejano Tifón Ondoy.
Cualquiera que sea el problema – de derechos humanos, igualdad, libertad, guerra, no proliferación o desarme nuclear, terrorismo, genocidio, crímenes de guerra, crímenes en contra de la humanidad, crisis económicas y financieras, crisis alimentarias o energéticas, discapacidad, agua, medio ambiente y clima-- la tarea implícita, que resulta a veces muy difícil cuando se calientan los ánimos, es tratar al otro como prójimo. A menudo no estamos próximos en el mapa, sino en la fe y conciencia. Hace muy poco, Filipinas fue sede de la Primera Reunión Especial del Movimiento de los No Alineados sobre el Diálogo Interreligioso y Cooperación para la Paz y el Desarrollo. Asistieron ciento veinte Estados Miembros y Observadores. Estaban representadas la mayoría de las religiones más importantes, todas con el deseo de hablar al margen de la geopolítica, y de iniciar un diálogo sobre la forma de vivir como prójimos en la fe, prójimos que a veces no comprendemos y ni siquiera nos agradan.
Cuando hablamos de la fe de los países que fueron casi completamente devastados por desastres naturales, o pedimos autorización para construir un pozo en nuestro barangay, el mensaje es el mismo. Sin importar lo mundanos que podamos llegar a ser, el mundo es siempre más grande de lo que pensamos. Debemos estar conscientes de que estamos interconectados, aunque no conozcamos el nombre del otro. Y al estar interconectados, somos prójimos. Así, el Preámbulo de la Carta de la ONU busca, entre otros, el siguiente objetivo: “practicar la tolerancia y convivir en paz como buenos vecinos.”
Qué atinado y apropiado es realmente el tema de esta 8a Convención Nacional de nuestra Orden: Voluntariado: El prójimo ayuda al prójimo.
Pero, ¿quién es el prójimo y cómo lo vamos a tratar? El Antiguo Testamento habla de la relación entre cada quien y su prójimo. En Éxodo, Capítulo 20, tenemos los 10 Mandamientos, dos de los cuales se refieren al prójimo, es decir: (1) No darás falso testimonio contra tu prójimo, y (2) No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca. En Levítico, Capítulo 19, entre las diversas reglas de conducta están las siguientes: (1) No oprimirás a tu prójimo ni lo despojarás y (2) Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En Deuteronomio, Capítulo 5 (El Decálogo), ésta es la ley sobre el trato al prójimo: (1) No darás falso testimonio contra tu prójimo, y (2) No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, su campo, su esclavo, su esclava, su buey, su asno ni ninguna otra cosa que le pertenezca; y en Deuteronomio, Capítulo 27, una de las maldiciones es Maldito sea el que desplaza los límites de la propiedad de su vecino. Y todo el pueblo responderá: Amén
Proverbios 3 establece la regla siguiente: No digas a tu prójimo: «Vuelve después, mañana te daré», si tienes con qué ayudarlo, y Proverbios 24 dice No atestigües sin motivo contra tu prójimo: ¿acaso pretendes engañar con tus labios?
El Nuevo Testamento da mayor claridad a la santidad del mandamiento sobre la relación con nuestro prójimo. En Mateo, Capítulo 9, Jesús ordena Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y en Mateo, Capítulo 22, ordena Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. En Marcos, Capítulo 12, Jesús reitera estos mandamientos y termina con las siguientes palabras: No hay otro mandamiento más grande que estos
Ampliando este mandamiento, San Pablo dice: (1) En Romanos, Capítulo 13, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley, y (2) En Gálatas, Capítulo 5, dice Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En Santiago, Capítulo 2, leemos Si ustedes cumplen la Ley por excelencia que está en la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, proceden bien.
Y ahora escuchemos a estas grandes mentes:
Thomas Kempis: ¡Con qué poca frecuencia pesamos a nuestro prójimo en la misma balanza que a nosotros!
G.K. Chesterton: Nos hacemos amigos. Nos creamos enemigos. Pero dios hace a nuestro vecino de junto.
Cuando Jesús nos enseñó el mandamiento principal, amar al Señor tu Dios con todo corazón y con toda tu alma y con toda tu mente (Mateo 22, 36) y lo hizo seguir de otro gran mandamiento Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22, 37-40), nos recuerda que no nos debemos limitar a hablar de nuestro amor por Dios ni a alabarlo. Tampoco debemos descuidar a nuestro prójimo como tampoco a nosotros mismos.
El discurso sobre el “Juicio Final” de Jesús en Mateo, Capítulo 25, nos muestra que lo que hagamos con nuestro prójimo, en especial con el más pequeño, lo hacemos con Dios. En este discurso vemos al Hijo del Hombre venir como Rey a Su trono real y todas las naciones se reúnen ante él.
Los divide en dos grupos, igual que el pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá a los justos a su derecha y les dirá:
Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
Jesús prosiguió diciendo que, por otro lado, cada vez que uno se niega a hacerlo, se niega a hacerlo con Él.
Todos somos filipinos, y por lo tanto es probable que tengamos un amplio círculo de amigos y familiares. Fijémonos en los que estamos ahora reunidos en este Centro de Convenciones. Tenemos más prójimos que nos son extraños que los que no lo son. Muchas personas cuyos nombres no tienen ninguna relación con compañeros de oficina, de escuela, de iglesia o de golf piden nuestra ayuda. De otra forma, estaríamos limitando nuestra generosidad. La única forma alternativa de ayudar al prójimo es el voluntariado.
El voluntariado es el espíritu fortalecido para ayudar sin que se le pida, para responder al llamado sin ser llamado. El espíritu fortalecido es el espíritu del amor.
Estamos acostumbrados a actuar cuando se nos pide, y a responder a la necesidad de alguien. Debemos recordar a aquellos que no saben cómo pedir, o aun peor, que tienen miedo de pedir. Quisiera subrayar que el voluntariado es buscar dónde alguien pueda necesitarnos, sin que nos lo pida, y sin pedir nada a cambio. En este aspecto, debo confesar que entramos en la especialidad de mi esposa, su hermana Gigi. A menudo hablo a la gente sobre la necesidad de responder a un llamado al servicio y el deber. La gente responde de maneras diferentes, buscando un puesto o convirtiéndose en servidor público. Yo lo he hecho. Pero para buscar las voces de ayuda que a menudo no se oyen, y encontrar dónde alguien pueda necesitarnos, está su hermana Gigi.
Durante mucho tiempo su hermana Gigi ha sido defensora del voluntariado. Durante quince años, de 1986 a 2001, ella fue directora de la Agencia Coordinadora del Servicio Voluntario Nacional de Filipinas (PNVSCA), una agencia gubernamental dependiente de la Autoridad Nacional de Economía y Desarrollo. Entre otras cosas, esto implicaba organizar conferencias regionales y nacionales para los voluntarios durante muchísimos años. Aún cuando ya no era Directora porque se había retirado del servicio, siguió ayudando a la agencia coordinando varios eventos. Se convirtió en miembro activo y/o funcionaria de la Asociación Nacional de Esfuerzo Voluntario y la Asociación Filipina de Servicio Voluntario. Lo que es más importante que impulsar a otros a ser voluntarios, es que ella, claro, encabeza con el ejemplo. Y sigue siendo voluntaria. (¿A veces es voluntaria para mí?) Fue una de las primeras voluntarias en ser formada como Defensora Especial Nombrada por la Corte y Custodia Al Litem para los niños con problemas legales que son llevados ante los tribunales. Este programa fue un llamado para ayudar a corregir y mejorar el trato de los niños con problemas legales, cuando nuestro país carecía de fondos para pagar a las personas que lo podían hacer.
La PNVSCA es una agencia que, entre otras cosas, cubre algunos de los muchos servicios importantes que promete nuestro gobierno y que la pobreza de nuestro país no siempre permite, por una razón u otra, cubrir por carecer de los fondos suficientes. Es una agencia Centralizadora. Existen muchas otras bajo su autoridad, o con fines semejantes.
El reto del voluntariado, en especial en relación con nuestro prójimo, es más fuerte para los Caballeros de Colón y, por lo tanto, para cada uno de nosotros. Este reto proviene ante todo de los principios directivos de la Orden misma: caridad, unidad, fraternidad y patriotismo. Nuestro prójimo es el centro fundamental de estos principios, en especial el de la caridad, cuya raíz es el amor. Y el amor del prójimo, como nos lo enseña Jesús en Mateo y nos lo reitera en Marcos, es el segundo mandamiento más importante.
Hermanos Caballeros, estamos todos aquí como líderes de nuestras comunidades y faros de la fe. Cada año, si no es que cada día, nos planteamos el reto de hacerlo mejor, vivir mejor y cumplir con nuestro deber hacia Dios, nuestro país, nuestros semejantes y nuestra familia con amor. En esta Convención, debemos recordar que no podemos buscar esta excelencia de la fe y el deber solos. Debemos hacerlo juntos. Debemos recordar que no podemos esperar a que haya algo que hacer; por el contrario, a menudo debemos ir a buscar ayuda nosotros mismos. Nos planteamos el reto de ser mejores, pero la grandeza no se encuentra en puestos de prestigio ni en grandes actos de bondad o generosidad.
Para los Caballeros de Colón, para cada uno de nosotros, existen muchos llamados. Existen muchas necesidades. Por ejemplo, el llamado y la necesidad más inmediatos están en lo que vemos actualmente. A medida que se aproximan las elecciones en nuestro país, escuchamos discursos sobre las necesidades de todos, sobre las promesas de todos, sobre cómo arreglar el país, etc. Pero ya conocemos bien esos grandes discursos y grandes sueños, y grandes acusaciones y grandes anuncios sobre cómo arreglar las cosas. Sabemos bien lo que significa la gente en el poder, salir a la calle llenos de camaradería e indignación. Eso fue hace casi 25 años. Recordamos un poco al pueblo en el poder el año pasado, cuando falleció Corazón Aquino. Había canciones sobre el orgullo de ser filipinos. No perdemos el espíritu del poder de la gente porque no volvemos a la calle. Podríamos perder el poder de EDSA cuando no supiéramos cómo vivirlo día con día, y defender a nuestro país y a nuestro prójimo sin las luces de las cámaras de TV o la amenaza de los tanques. Estos llamados y estas necesidades están en nuestra vida de hoy. Están en nuestros Barrabás y en los rostros que vemos en la calle cada día. En estas elecciones, movilicemos nuestros esfuerzos para ayudar a nuestro electorado a formarse una opinión fundada y ejercer su derecho sagrado al voto – su arma para defender su autoridad soberana – para estar seguros de que los electos sean hombres íntegros, honestos, humildes y competentes, hombres cuyo compromiso de defender el carácter de la confianza pública de su puesto sea puro y genuino.
Como ya lo dije, ayudar a nuestro prójimo es un valor medular de los principios cardinales de nuestra Orden. Se allí se deriva que la Orden en Filipinas, por medio de las tres Jurisdicciones y los Consejos de cada una, debe tener un plan de acción que los haga realmente dinámicos y activos para lograr y mejorar sus diversos programas de actividades: eclesiásticos, cívicos, juveniles, comunitarios, fraternales, patrióticos, etc. Por ejemplo, debemos encabezar la lucha por la protección de la vida de los nonatos desde el momento de su concepción, y por la conservación de las instituciones del matrimonio y la familia, la lucha por la justicia y la verdad, la lucha por el poder de los marginados y los pobres, por la conservación de la Madre Tierra que ahora se ve amenazada por el cambio climático, la lucha en contra del soborno y la corrupción, en contra de las drogas peligrosas y los juegos de apuesta, y de todas las formas de mal que degradan al hombre y la sociedad.
Seamos todos instrumentos activos para promover una civilización del amor.
Como lo he dicho en numerosas ocasiones como simple miembro de C de C, y luego como Gran Caballero, Diputado de Distrito y Abogado de Estado, C de C debe significar en el sentido más amplio y profundo, no solo Caballeros de Colón, sino Caballeros de Cristo.
Aprovechemos entonces plenamente esta 8a Convención y, después de ello, vivamos sin cesar el espíritu de su lema: Voluntariado: El prójimo ayuda a su prójimo. Hagámoslo nuestro poder de toda la gente.
Muchas gracias y Dios nos bendiga a todos.
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