El proceso electoral es tarea de todos.
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Escrito por Mons. Francisco Moreno Barrón Miércoles, 19 de Mayo de 2010 08:28
El proceso electoral es tarea de todos
Mensaje de Mons. Francisco Moreno Barrón, Obispo de Tlaxcala a los sacerdotes, religiosos, religiosas, fieles católicos y a los hombres y mujeres de buena voluntad, ante las próximas Elecciones estatales del 4 de julio de 2010
El próximo 4 de julio viviremos en Tlaxcala un acontecimiento muy importante con repercusiones trascendentes para la vida de nuestro Estado: elegiremos al próximo gobernador o gobernadora, a los 32 diputados locales, a los 60 presidentes municipales y a los 299 presidentes de comunidad.
I.- LA IGLESIA Y LA POLÍTICA
Ante dicho acontecimiento y consciente de mi responsabilidad como pastor de esta Iglesia Particular de Tlaxcala, respetando el principio de Laicidad del Estado y a la luz del Magisterio de la Iglesia, ofrezco este mensaje para orientar el recto ejercicio democrático a la luz del Evangelio, pues aunque la Iglesia no es un sujeto político, sí es un sujeto social, cuya misión exige no perder su autonomía ni su autoridad moral ante las realidades sociales y políticas y, positivamente, colaborar en la formación de las conciencias, en la defensa y promoción de valores como la justicia y la verdad, educar en la dignidad de la persona y de la política, así como promover a los fieles laicos para que conscientes de su responsabilidad participen activamente en la vida pública.
Cuando la actividad política se relaciona con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, se hace más necesaria la participación responsable de los católicos. Ante estas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables, los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. La Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar sus juicios morales sobre las realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral. En los tiempos actuales existe una legítima pluralidad de opiniones, por eso la Iglesia debe orientar a sus miembros para que aprendan a discernir y, si es necesario, sepan disentir de aquellas concepciones que nos llevan al relativismo moral, nocivo para toda la sociedad y para su vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, de principios éticos que no son “negociables”. En este sentido, nuestro nuevo Plan Diocesano de Pastoral (2009-2019) exige a los católicos ser fermento en medio de la comunidad humana y favorecer una vinculación con las instituciones que buscan el bien común.
II.- LA POLÍTICA DEBE CENTRARSE EN LA PERSONA
La Iglesia está convencida de que el camino de la democracia sólo es posible en la medida en que se funda sobre una recta concepción de la persona. Se trata de un principio sobre el que los católicos no pueden admitir componendas, pues de lo contrario se reduciría el testimonio de la fe cristiana en el mundo y ellos mismos estarían actuando contra su unidad y coherencia interior. La estructura democrática sobre la cual un Estado moderno pretende construirse sería sumamente frágil, si no pusiera como fundamento propio la centralidad de la persona. El respeto de la persona es, por lo demás, lo que hace posible la participación democrática. Como enseña el Concilio Vaticano II, “la tutela de los derechos de la persona es condición necesaria para que los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pública”. Por eso, en la triple función de gobierno y más allá de intereses de candidatos y partidos, se debe buscar ante todo el bien de las personas.
III.- LOS FIELES LAICOS Y SU PARTICIPACIÓN EN LA POLÍTICA
Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; ellos deben interesarse e involucrarse en la acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común, que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.
Los cristianos no pueden eximirse, por tanto, de participar en las tareas políticas, pues se trata de un derecho y un deber que debe ejercerse en el marco de una sociedad pluralista. Lo pueden hacer desde varios cauces entre los que destacan los partidos políticos, las organizaciones de la sociedad civil y, cuando se trata de jornadas electorales como la que viviremos, desde el ejercicio del derecho al voto, la participación como funcionario de casilla o desde el apoyo como observador electoral. En cada caso deben conducirse con ejemplaridad, con sentido de responsabilidad y siempre con voluntad de servicio.
IV.- CARACTERÍSTICAS DEL VOTO
Quiero recordar a todos que el voto es un derecho y un deber cuyo reconocimiento en México ha costado mucho esfuerzo; ahora que lo tenemos, no podemos renunciar a él. Sin embargo, el ejercicio de este derecho debe ser responsable, libre, secreto y bien razonado; no se debe votar por votar, se debe pensar muy bien en la persona a la que confiaremos las tareas políticas. Un candidato o una candidata a un puesto público debe manifestar un perfil ético mínimo sobre el cual los electores puedan definir su preferencia. Antes de emitir el voto se debe hacer un juicio sobre el perfil de los candidatos o candidatas:
a) Su persona, ¿quién es, cómo vive en familia, es una mujer o un hombre honorable, practica su fe, colabora en las actividades de la comunidad?
b) La honestidad, principal antídoto contra la corrupción, es un criterio fundamental para percibir al candidato como confiable, transparente, coherente y persona de valores como la veracidad, la lealtad y la honradez.
c) El conocimiento de las necesidades de la gente. Esto supone cercanía y sensibilidad. No basta el conocimiento técnico, es necesario un conocimiento directo que le permita descubrir las exigencias del bien común tanto en el nivel local como nacional.
d) El compromiso con la reconciliación y la justicia es una exigencia ética y un imperativo de la realidad que vivimos. Sólo autoridades con un verdadero sentido de justicia lucharán, desde el ámbito que les es propio, contra la pobreza y la desigualdad, contra la inseguridad y la violencia, contra la fragmentación social.
e) Una capacidad suficiente, pues no basta la buena voluntad, tomando en cuenta que las tareas de representación son distintas. Una función administrativa y una tarea legislativa requieren formación y capacidades diversas que no se improvisan. La demagogia y las falsas promesas siempre son engañosas.
f) La sensibilidad por los pobres, por los excluidos, por los indefensos, demostrada no sólo en las campañas electorales, sino en su vida diaria.
g) Algo fundamental son los valores que promueve el candidato: el respeto a la vida humana desde su fecundación hasta su muerte natural; el matrimonio como la relación estable entre un hombre y una mujer; la educación de los hijos como un derecho irrenunciable de los padres, etc.
V.- LA ABSTENCIÓN ES UN PECADO SOCIAL
Ha sucedido que, cuando la ciudadanía no encuentra en los candidatos a personas que puedan verdaderamente representarla en los distintos cargos públicos, se abstiene de participar. Sabemos el daño que hace a la representatividad una insuficiente participación en las elecciones, porque cuando son pocos los que votan, es el voto de unos cuantos el que define la elección. Los que resultan electos tienen que enfrentar, además del descontento y la sospecha de quienes no obtuvieron la mayoría, el “caminar contra corriente”, pues ejercerán legalmente la representación que se les confía, pero sin la necesaria aceptación y el respaldo de la ciudadanía. Esto debilita a las instituciones políticas que se colapsan cuando no hay en ellas una auténtica representación popular.
Para ser testigos de la esperanza hay que superar la tentación del desaliento que favorece la abstención. Por tal motivo, declaro que la abstención es un grave pecado social y que el verdadero cristiano no puede dejar de ejercer su derecho al voto.
VI.- LOS POLÍTICOS CATÓLICOS
A quienes se reconocen católicos y están comprometidos en la actividad política, tanto en la militancia partidista como en puestos de representación y servicio público, les exhorto a asumir con valentía, audacia y creatividad la dimensión ética de la política, a buscar el poder como un privilegio para servir, a impregnar su ambiente de trabajo con una opción decidida por la justicia y por el desarrollo integral de las personas, particularmente de las más pobres, así como a ser fieles a su conciencia cristiana que les pide la promoción de la dignidad humana, el respeto de la vida en todas sus etapas y salvaguardar los valores del matrimonio y la familia como Dios los instituyó.
Los ofrecimientos que los candidatos hacen al pueblo han de corresponder siempre a la función que pretenden desempeñar sea como ejecutivos o legislativos, para no crear falsas expectativas con promesas que no están a su alcance cumplirlas.
VII.- LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Hoy los partidos políticos tienen una gran responsabilidad en el fortalecimiento de la democracia, por ello, deben hacer siempre un serio esfuerzo para representar de un modo auténtico las aspiraciones y necesidades del pueblo. Para hacer frente a esta responsabilidad deben atender a algunos desafíos: alcanzar la armonía en el propio partido; respetar en sus procesos internos los derechos políticos de los militantes; formarlos en su filosofía e incrementar su militancia con ciudadanos convencidos de su declaración de principios y de su propuesta política.
Es necesaria una actitud nueva a la hora de plantear al pueblo la propuesta política. Hoy se requiere atender, con respetuosa escucha, a las demandas, aspiraciones y necesidades de la gente. En otras palabras, primero escuchar, después proponer. Este ejercicio de escuchar y luego proponer no puede limitarse a los militantes del propio partido, ni plantearse sólo como estrategia para captar el voto de los indecisos. Es un auténtico servicio a la ciudadanía que fortalece a la comunidad como sujeto de su historia.
Al término del proceso electoral, los partidos políticos así como los candidatos, deben respetar la voluntad popular y aceptar con madurez los resultados emitidos por la autoridad electoral, sabiendo que en la democracia se gana o se pierde y no provocar confrontaciones y manifestaciones que dividan a las familias y a la comunidad o las hagan entrar en situaciones de enfrentamiento que en nada benefician al desarrollo y madurez de las mismas. Así mismo, asegurando la buena marcha de los comicios, deben evitar posteriormente cualquier acción que alimente la sospecha de fraude de cualquier tipo, de manera que los tlaxcaltecas nos podamos sentir orgullosos de haber realizado un proceso electoral limpio y confiable. De esta manera, todos estaremos en condición de aportar a la unidad en torno a los elegidos para transitar los caminos del verdadero progreso. Aferrados a nuestros intereses personales o de grupo no lograremos avance alguno pero, unidos e integrando nuestras capacidades, seremos una gran fuerza transformadora.
VIII.- LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS
Es una realidad que a pesar de las reformas electorales el gasto en las campañas sigue siendo altísimo. La ciudadanía demanda campañas menos costosas y un mayor compromiso de los partidos. Un país con índices de pobreza como los que hay en México no puede permitirse el lujo de hacer gastos excesivos en las campañas electorales. Esos recursos podrían destinarse a impulsar el desarrollo social y a combatir la pobreza. La sociedad demanda unas campañas de mayor nivel que dejen fuera las descalificaciones con panfletos y las llamadas “guerras de lodo”, donde no se respeta a la persona del candidato ni a sus familiares, exhibiendo así un bajo nivel y calidad moral quienes esto practican. Los ciudadanos demandan también unas campañas más propositivas, que consideren los principales problemas de la comunidad, como el deterioro ambiental y la corrupción, si es preciso en un debate público bien organizado; campañas menos ruidosas, donde se respete la paz pública y el descanso de las personas; campañas donde los candidatos asuman compromisos y los ratifiquen, mejor aún, ante notario público, para que puedan ser exigidos en el cumplimiento de los mismos.
IX.- LLAMADO A LOS SACERDOTES
Hago un llamado a todos los sacerdotes para que, orientados por este mensaje, durante este tiempo promuevan la participación ciudadana y motiven a la gente que les ha sido confiada para que vayan a votar. Tenemos que impulsar, como lo hemos hecho en otras ocasiones, el voto responsable. No entendemos por ello ni proselitismo político ni política partidista. No debemos utilizar nuestro ministerio para influir en los fieles para que voten por una opción determinada, sino exhortarles para que disciernan críticamente y decidan conforme a su conciencia rectamente formada sobre la mejor opción. También debemos exhortarles a que, ante todo, se fijen en la persona de los candidatos y sus valores, así como en las propuestas que hacen los partidos y las alianzas que los postulan. Es necesario promover el voto de los jóvenes haciéndoles ver la necesidad que tenemos de su participación alegre, responsable y decidida, pues ellos constituyen el sector más amplio de los votantes y su participación será decisiva para el rumbo de nuestro Estado.
X.- CONVOCATORIA A UNA JORNADA DE ORACIÓN
Como mujeres y hombres de fe sabemos que “si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la ciudad en vano vigilan los centinelas”. Por eso, impulsaremos una Jornada de Oración por nuestro Estado de Tlaxcala todo el mes de junio, pidiendo por nuestros gobernantes y por quienes aspiran a serlo, a fin de que el proceso electoral en curso y la participación ciudadana contribuyan a la consolidación de nuestra democracia y Tlaxcala tenga los gobernantes que necesita en este momento de su historia. Esta Jornada de Oración fortalecerá también el compromiso que hemos asumido en la Diócesis para colaborar en la construcción de una sociedad nueva.
XI.- PROTAGONISTAS EN ESTE MOMENTO HISTÓRICO
Un nuevo gobierno hace resurgir nuevas esperanzas, no sólo para un trienio o sexenio sino para el futuro próximo y remoto del pueblo tlaxcalteca. No es sano planear desde cero cada tres o seis años. Los gobernantes elegidos en estos comicios tendrán la oportunidad de ampliar sus miras u horizontes y elaborar y presentar al pueblo un Mega Plan de su Municipio o del Estado que, avalado por toda la comunidad, trascienda más allá de su periodo de servicio y al que le den continuidad los gobiernos posteriores. Estamos a una década de los quinientos años de la llegada de los españoles a estas tierras, cuando se dio el encuentro de las dos culturas y el inicio de la configuración de la sociedad mexicana, ya que nosotros, los actuales mexicanos, no somos ni españoles ni indígenas puros, sino una raza nueva, la raza mestiza mexicana. Este es el momento histórico para que, a partir de sus raíces e identidad y de sus potencialidades, consolidemos a Tlaxcala como Cuna de nuestra Nación y para situarla en el primer plano nacional por su desarrollo integral. Es el momento de inmortalizar la historia de nuestro pueblo.
CONCLUSIÓN
La cercana celebración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana, más allá de fiestas emotivas, ha de ser la oportunidad para avanzar en nuestra democracia, en el desarrollo de una conciencia ética de nuestros políticos, en una conciencia cívica de la ciudadanía y, para los cristianos, en una mayor proyección de la dimensión política de nuestra fe.
Confiemos este proceso electoral en las manos maternales de Nuestra Señora de Ocotlán, patrona de Tlaxcala, y a la intercesión de Santo Tomás Moro, patrono del quehacer político, para que logremos fortalecer nuestra democracia y, reconociéndonos como hermanos, vivamos en fraternidad y encontremos juntos el camino del verdadero progreso de Tlaxcala en la justicia y en la paz verdaderas.
Tlaxcala, Tlax., 17 de mayo de 2010
+ Francisco Moreno Barrón
Obispo de Tlaxcala
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