Los carismas al servicio.

Escrito por Mons. Rogelio Cabrera López Martes, 18 de Mayo de 2010 15:24 Los carismas al servicio “Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común” (1 Cor 12, 4-7) El término griego carisma significa "don", "regalo"; equivale a "gracia"; a "dádiva". Prácticamente es sinónimo de "funciones" y "actividades". En muchas ocasiones hemos utilizado el término para entender la habilidad, que una persona tiene, para influir o atraer a otras. Decimos que alguien es carismático porque posee la cualidad de motivar con facilidad la atención y la admiración de otros, gracias a una cualidad "magnética" de su personalidad. En cierta manera se tiene razón, porque el carisma es un regalo recibido, como capacidad de ser líder en algo. Y por supuesto que tiene que ejercitarse para que se vaya convirtiendo en virtud. El objetivo del carisma será siempre realizar la excelencia en alguien, pues lo más alejado del carisma será el egoísmo. Un egoísta no podrá ejercitar bien su carisma; cuanto más se comparte, más se fortalece y permite que nazcan otras más. Desde el aspecto espiritual creemos que es el Espíritu Santo quien derrama gracias extraordinarias y “distribuye a cada uno sus dones, según su voluntad” (1 Cor. 12, 11). Respecto de los carismas, nos dice el Concilio Vaticano II que para realizar la evangelización “el Espíritu Santo da a los fieles dones peculiares” (AA 1-3). Por eso, para ayudar en el servicio al prójimo y sobre todo en la difusión del mensaje divino de salvación, pueden surgir en algunas personas -como un auxilio especialísimo del Señor- los carismas o dones carismáticos, llamados por los Místicos “gracias extraordinarias” y por el Concilio “dones peculiares”, que son dados para utilidad de la comunidad, pues su manifestación está dirigida hacia la edificación de la fe, como auxilio a la evangelización y como un servicio a los demás, inclusive, para fortalecer el desarrollo de los pueblos. La diferencia que radica entre los llamados dones y carismas, es que los primeros van en la línea del ser, mientras que los segundos, van en relación al hacer. Por lo tanto, los Carismas son, pues, regalos que Dios da y que no dependen del mérito ni de la santidad de la persona. Sin embargo, al usarlos como un servicio al prójimo, de hecho, se produce progreso en la vida espiritual, pero no por el Carisma en sí, sino por el acto de servicio. Cada persona es una riqueza para la sociedad, su sola presencia la fortalece, pues todos tenemos distintos carismas, aun cuando varios hagan lo mismo, cada uno le impregna su propio sello, de tal manera que si alguien no hace lo que le toca en razón de sus carismas, puede haber el peligro de debilitar a la sociedad y de perder el carisma que se nos ha dado. Vale la pena estar atentos a actitudes que no ayudan a desarrollar estos carismas: 1. No Desecharlos por incredulidad o falta de sencillez espiritual, o ahogarlos por temor. A tal efecto nos dice San Pablo: “No apaguen el Espíritu, no desprecien lo que dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1 Tes 5,19-21). 2. No Considerarlos lo más importante en la oración o en la evangelización. Los Carismas son sólo auxilios en la evangelización, para despertar y fortalecer la fe de aquéllos en medio de los cuales se manifiestan estos dones extraordinarios del Espíritu de Dios. 3. No Considerarlos como propios de la persona a través de la cual se manifiestan. Son regalos de Dios. Nos toca administrarlos y acrecentarlos en bien común. + Rogelio Cabrera López Arzobispo de Tuxtla