La Paciencia
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Escrito por Mons. Rogelio Cabrera López Martes, 01 de Junio de 2010 08:35
La paciencia
“Nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud sólida, la virtud sólida engendra la esperanza y la esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones” (Rm 5, 4-5)
Existe un adagio que dice: “Un momento de paciencia puede evitar grandes desventuras, un momento de impaciencia puede destruir una vida entera”. En muchas ocasiones hemos deseado tener la virtud de la paciencia. De hecho tal vez hayan oído este pequeño rezo: “¡Señor, dame paciencia, pero apresúrate por favor!”.
¿Qué es la paciencia? Es una virtud que nos ayuda a soportar, a balancear y aceptar tranquilamente nuestras tribulaciones y preservar la serenidad en medio de los sufrimientos de la vida. La paciencia suaviza las penas y evita el enojo y las quejas excesivas.
Si quisiéramos afirmar algo real podríamos decir que la paciencia es guardiana de todas las virtudes, pues hay obstáculos en cualquier obra buena, y sólo pueden vencerse por la paciencia. Cuando en una oración le pedimos que nos dé paciencia, por supuesto que Dios permitirá momentos de impaciencia para ejercitarnos en ella. Por lo tanto, como todas las virtudes, debe ser conquistada.
Esta virtud, de la que hoy reflexionamos, es un arte, es decir se debe aprender y practicar. Nace también de la paz ya que esta actitud nos produce paciencia.
Si hablamos de la impaciencia como contrario a la paciencia, nos damos cuenta que la primera deriva sobre todo del hecho que tenemos tantas cosas en la cabeza, de que estamos siempre ocupados, pasamos de un trabajo al otro sin a veces haber culminado uno. Por eso la impaciencia puede engendrar el stress y la desesperación, elementos que van debilitando, especialmente, la realización de la persona humana.
La mejor forma de adquirir la paciencia es aprender de escuchar que no consiste únicamente oír el ruido, sino escuchar lo que de fondo hay en cada conversación; oír aun aquello que no se dice con palabras. Es darle importancia a la persona que habla.
Algo importante que debemos considerar es que el sufrimiento es común a todos, pero sólo es meritorio si se acepta con las disposiciones correctas. Hay tantas cosas que no dependen de nosotros y que nos cambian la vida, pero que debemos afrontarlas con paciencia, sabiendo que a ejemplo de Cristo el cristiano debe soportar con constancia las pruebas.
Hay circunstancias que nos impacientan como por ejemplo el cambio repentino del clima: el frío extremo, el calor excesivo, las tormentas violentas, la sequía, la alta humedad, las inundaciones, los terremotos, etc. También Las necesidades de nuestra débil naturaleza humana, como la fatiga, la enfermedad, el hambre, la sed, etc. El mayor de estos sufrimientos es la pena causada por la muerte de un ser querido, dolor que puede durar toda la vida, pero que si se afronta con fe y paciencia toman un matiz distinto del sufrimiento por el sufrimiento.
Cuando ante las desilusiones o el dolor, la irritación y la frustración debidos a los conflictos personales con otros, nos afectan, surge la respuesta saludable de verlo todo con la paciencia que trae también la objetividad para ver las cosas como son.
En fin podemos afirmar muchas cosas más en torno a la paciencia, basta ahora retomar que como virtud debemos ejercitarla, precisamente ante las adversidades, pedir a Dios que nos dé sabiduría para discernir y para aceptar de los demás lo que no pueden dar.
La paciencia es el signo de madurez y estabilidad de ánimo. Es también la capacidad de resistir y tener calma frente a la violencia verbal o física. La paciencia hace que hay paz entre las personas y las naciones. Hagamos nuestras las palabras de Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios Tiene nada le falta : ¡solo Dios basta!”
+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Tuxtla
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