Clausura del Año Sacerdotal
Submitted by adolfo.haedge on Wed, 2010-06-09 21:21
CLAUSURA AÑO SACERDOTAL
Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí" (Jr 1, 5). Estas palabras inspiradas estremecen profundamente toda alma sacerdotal. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca" (Jn 15, 16). "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón'' (Hb 5,
Llega a su fin el año sacerdotal, pido a Dios Nuestro Señor que este tiempo haya dejado una grande huella en nuestros corazones, no olvidemos a nuestros sacerdotes y sigamos pidiendo a Dios nuestro Señor, por su santificación y para que envié más obreros a su mies.
Debemos de ser más conscientes de la necesidad que tenemos de sacerdotes y de nuevas vocaciones, ¿acaso las fomentamos?
Nos hemos cuestionado si en nuestra familia, ¿podría haber alguna vocación sacerdotal? o nos parece que eso es para otros no para nosotros, alentamos, a nuestros hijos o, a nuestros nietos a que sean médicos, ingenieros, arquitectos, nos imaginamos que pueden curarnos de una enfermedad o pueden construirnos la casa de nuestros sueños, ¿pero acaso pensamos en lo más valioso? La vida eterna. Creo que debemos hablarles a nuestros hijos y a todos en general de la posibilidad de contemplar la vocación Sacerdotal, tenemos que sembrar la semilla que desde luego, si Dios no los llama no germinará, pero es una opción que deben tener los niños abierta en su mente. Preguntarles ¿Has pensado en la posibilidad de que Dios te llame? Algunas veces, sienten el llamado de Dios y los padres o los amigos o cualquier persona cercana, les dicen que están mal que eso no es para ellos, hemos empleado mal esa libertad que Dios nos ha dado y acallamos el llamado de Dios, no hay, en este mundo vocación más sublime que el sacerdocio, fomentémosla.
Los labios de los sacerdotes guardan la ciencia..." (Ml 2,7). A Juan Pablo II le gustaban estas palabras del profeta Malaquías, por su valor programático para el ministro de la Palabra, que debe ser hombre de ciencia en el sentido más alto del término, pues no sólo debe transmitir verdades doctrinales, sino tener experiencia personal y viva del Misterio porque en esto consiste "la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3).
Marisa.
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